En algún momento del verano, The New York Times sacó, como apoyo a una de sus informaciones, un filtro de realidad aumentada. Para usarlo solo tenías que hacer clic y abrir Instagram. Gracias al filtro podías visualizar cómo las mascarillas funcionaban como separación entre el virus y tu persona, apuntando a diferentes zonas de tu casa y viendo el potencial de contaminación.

No fue, confieso, el mejor interactivo sobre la enfermedad que vi en el año del coronavirus, pero sí uno de los que demostraron cómo se ha normalizado el uso de ciertas herramientas tecnológicas en el día a día de los consumidores.

Puede que la realidad virtual tenga todavía mucho camino que recorrer y que la necesidad de adquirir hardware nuevo frene su adopción mainstream, pero la realidad aumentada – para la que solo necesitas un smartphone y que apps de mensajería y redes sociales han ayudado a popularizar – se ha colado en prácticamente todas partes.

El boom de la realidad aumentada

La realidad aumentada se ha convertido en elemento de base para nuevas experiencias y contenidos, pero también se ha posicionado como palanca para mejorar el viaje de cliente y para resolver algunos de los problemas en consumo y ventas de este año. Es por eso, por ejemplo, por lo que la realidad aumentada se ha estado asentando como un elemento cada vez más claro de apoyo y ayuda en las ventas online.

En cierto modo, la realidad aumentada ha funcionado como un parche ante los cambios que la crisis del coronavirus introdujo.

Con los consumidores encerrados en sus casas, con las tiendas con acceso limitado o nulo y con la mayor dependencia del ecommerce, las marcas y los retailers intentaron crear experiencias que recreasen lo que se vive en lo físico o que mejorasen la experiencia virtual de los consumidores. Querían seguir llegando hasta ellos y la realidad aumentada se convirtió en una vía para lograrlo.

Por qué aumentó el tirón de la realidad aumentada

Como apuntan en un análisis que The New York Times dedica al boom de la realidad aumentada durante este año, el salto a la realidad aumentada ha sido más transversal y ha tocado a más compañías que en el pasado. En el mundo pre-covid, eran las compañías innovadoras y rompedoras, las que funcionan como early adopters de la tecnología, las que habían incorporado estas soluciones y herramientas en sus servicios y productos. Por ejemplo, lo hizo Nike con el lanzamiento de una colección de zapatillas exclusiva de su canal online.

En el mundo del coronavirus, la incorporación de la herramienta ha sido mucho más general. Lo ha hecho todo tipo de marcas y todo tipo de compañías, que intentaban recrear la experiencia de la compra física y de la visita a tiendas. Los consumidores querían seguir probando sus productos antes de comprarlos, pero no siempre podían hacerlo.

Incluso para aquellos consumidores para los que la realidad aumentada no sustituía la compra física y que insistían en que querían seguir viendo y probando, las herramientas que se generaban se posicionaban como algo que probaban. Sí ‘jugaban’ con ellas, lo que daba un engagement muy superior a lo que lograban anuncios y formatos digitales más tradicionales.

Snap, los dueños de Snapchat y quienes fueron claves en el boom de la adopción de la realidad aumentada en un primer momento, fueron unos de los que, según el Times, lideraron este boom de la realidad aumentada durante este año. No fueron los únicos. Desde Amazon a Home Depot, marcas de todo tipo experimentaron con el concepto. Algunas lanzaron filtros que se incorporaban a otras herramientas. Otras crearon apps propias y especiales que funcionaban de forma separada y única.

Sea como sea, todas lograron una mejora en la experiencia y consiguieron romper una barrera en la adopción de la realidad aumentada. Poco probable parece que haya una vuelta atrás.

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