La capacidad de negociación de la nueva administración estadounidense se debilita, mientras se expande, cuál tentáculos, la influencia de China en la región.

Las reacciones no se hicieron esperar, Josep Borrel, representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad; aseguró que la región Asia-Pacífico es de importancia estratégica; y que la UE tendría que ampliar sus horizontes y asegurarse de que su voz sea escuchada.

Luego de 8 años de negociaciones,  China logra capitalizar una crisis sanitaria de dimensiones épicas, y utiliza como catalizador de la firma del acuerdo, el deseo inminente de recuperación económica por parte de líderes de la región, que intentan desesperadamente, mitigar el costo político que ha representado la pandemia por COVID-19.

EL ARTE DE LA GUERRA.

Hace aproximadamente 2500 años, Sun Tzu, el estratega militar quién sirvió al rey King Ho-lu de Wu, durante el ocaso de la dinastía Zhou, escribió “El Arte de la Guerra”. En bambúes imprimió, utilizando un arma blanca, aquellas palabras que aún hoy en día se hacen eco en los más asiduos lectores. No fue sino hasta el siglo XVIII, cuando el manuscrito llegó a Occidente; siendo traducido al francés por un misionario jesuita y finalmente al inglés en 1905.

Los chinos tienen una historia que data de miles de años en el dominio del arte de la guerra, es intrínseco de los oriundos del gigante asiático, como si de su ADN se tratara.

Tal parece que Xi Jinping, ha actuado conforme a una de las máximas del antiguo estratega militar: -“ Obtendrá la victoria, aquel que preparado, espere a atacar al enemigo, cuando este no lo está”. Los esfuerzos silentes  de quien actúa, son definitivamente demoledores.

JOE BIDEN Y LA NUEVA GUERRA COMERCIAL.

En mayo de 2019, el ahora presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden, dijo:-“¿Qué China se va a comer nuestro almuerzo? ¡Por favor! Lo que quiero decir es que , ustedes lo saben, ellos no son tipos malos, ellos no son competencia para nosotros”.

Sus detractores, aseguraron que estaba pecando de ingenuo al referirse de esta manera al gigante asiático.

La retórica del demócrata, comenzó a cambiar de manera paulatina. En agosto de 2020, su equipo acusó a Xi Jinping en el Congreso de los Estados Unidos, como genocida contra la etnia Uigur en la región de Xinjiang, e incluso, durante la campaña presidencial, en alguna oportunidad, el entonces candidato demócrata, llegó a referirse al líder chino, como un “Matón”; y aseguró, que implementaría mano dura en contra del régimen opresor, una reacción esperada, dado que la percepción negativa sobre China por parte de los estadounidenses, ha alcanzado máximos históricos.

Lo cierto es que en tiempos de campañas, los discursos de los candidatos en los mítines, suelen ser agresivos en contra de la expansión del dominio chino y del partido comunista, sin embargo, una vez que llegan al poder, la tendencia es, por lo general, el sosegar la retórica belicista y la posterior búsqueda de acuerdos entre ambas partes.

Los asesores del presidente electo de los Estados Unidos sugieren, que es fundamental mantener los aranceles impuestos por la administración anterior, con la finalidad de tener mayor capacidad de negociación. Probablemente Biden mantenga las restricciones que hoy existen, en torno al establecimiento de relaciones comerciales con compañías chinas de tecnología como es el caso de Huawei.

EL ENEMIGO DE MI ENEMIGO, ES MI AMIGO.

Los retos de la administración de Joe Biden son titánicos, y de la misma magnitud, los esfuerzos para lograr los objetivos.

El demócrata se enfrenta a un escenario de transición turbulento y probablemente violento, dónde el 25% de los republicanos piensa que Donald Trump no debería ceder el poder; a pesar de que, la batalla legal librada por representantes del partido de gobierno ante Cortes distritales y estatales, haya sido completamente estéril, y que los jueces involucrados no hayan encontrado aún, pruebas de fraude electoral.

La alta crispación política, las manifestaciones de grupos irregulares armados, la crisis sanitaria por COVID-19, que ha cobrado la vida de más de 250.000 estadounidenses, casi dos veces más que las muertes ocasionadas por la crisis de opioides que tanto mencionaba el inquilino de La Casa Blanca; el desempleo que se agudiza con los cierres de ciertas entidades, por la decisión unilateral, de autoridades que se ven abrumadas por los crecientes contagios, entre otros temas internos; opacan la agenda internacional de las ya socavadas relaciones entre una primera potencia mundial que ve, perpleja, el avance intempestivo de su principal enemigo: China.

Es apremiante que Estados Unidos retome las relaciones con sus aliados, relaciones que habrían sido confinadas a un congelador durante la administración de Trump; y que pusieron en riesgo la supremacía del bastión de las democracias en el mundo.

Ante la firma del RCEP, Joe Biden debería analizar una renegociación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, (TPP por sus siglas en inglés; hoy conocido como CPTPP) ;acuerdo que fue abandonado por Trump en enero de 2017 y que antes de la salida de los EEUU, representaba el 40% del PIB global.

El demócrata podría capitalizar el descontento de India con el despliegue militar de China en su frontera; su reticencia a ser invadido con productos del gigante asiático y la negativa a formar parte del acuerdo comercial más grande de la historia. Kamala Harris podría ser una carta fuerte en torno al robustecimiento de las relaciones Indoestadounidenses. El escenario que enfrenta nuestro vecino del norte, nos hace evocar la famosa frase que emanara de Richard Nixon:- “El enemigo de mi enemigo, es mi amigo”, cuando frente a la entonces Unión Soviética, se aliaba con China, capitalizando a la incipiente economía como herramienta de negociación. Es requisito sine qua non, que Estados Unidos retome los espacios en donde se había replegado, para retomar su capacidad de negociación con Xi Jinping.

LA TRAMPA DE TUCÍDIDES.

En octubre de este año, Xi Jinping ofrecía un mensaje a oficiales de la base de la Marina en la provincia de Guangdong; el mandatario les pedía que dedicaran su mente y su energía, a prepararse para la guerra.

El mensaje estaba evidentemente dirigido a los Estados Unidos y evoca uno de los principios mostrados en “Destinado para la Guerra” de Graham Allison, donde dos potencias que se acercan económicamente y alcanzan la intersección de ambas rectas, están destinadas para la guerra.

El futuro de ambas potencias, depende de movimientos calculados a escala nanométrica, de lo contrario China y Estados Unidos estarían en un punto de no retorno, donde les sería imposible escapar de la trampa de Tucídides.

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